Asesinato. Esa es la acusación formal que pesa desde ayer sobre José Yücel G. K., el joven de 28 años que el pasado 21 de mayo mató de casi 30 cuchilladas a su tío, de 64 años, tras atacarle por la espalda ante la mirada atónita de un abogado que atendía a la víctima a través del videoportero, ya que ese día y a esa hora había quedado con la víctima para firmar su parte de la herencia. 

Desde el primer momento, el joven no solo ha admitido el hecho irrefutable de que dio muerte a su tío –lo hizo ante el abogado y las decenas de personas que en ese momento estaban en el lugar, la confluencia de la calle Albacete con Marvà, en plena salida del cercano colegio de los Agustinos–, sino que incluso ha declarado que lo hizo en la creencia de que así salvaba a su madre, ya que estaba convencido de que su tío le iba a hacer daño a su progenitora y también a él.

Así, el crimen está claro, pero no tanto la responsabilidad penal real de su presunto autor. El fiscal no lo ha dudado. Durante la vista de imputación de delitos de la Ley del Jurado celebrada este miércoles en la Ciudad de la Justicia, con la presencia del acusado, que ha sido trasladado desde la cárcel de Picassent a primera hora, el representante de la Fiscalía ha informado al juez de Instrucción 18 de València, que lleva el caso, de que, en su opinión, Yücel debe ser juzgado por un delito de asesinato, ya que concurren las circunstancias que agravan los homicidios, en este caso la alevosía –lo atacó por detrás y a traición, asegurándose de que no podía defenderse– y el ensañamiento, dado que los forenses describen en su informe preliminar que la víctima presentaba 27 cuchilladas completas y varias superficiales de defensa.

¿Explosión de ira o crimen fríamente calculado?

La defensa de Yücel, ejercida por los penalistas Miguel Ferrer y Patricia Cogollos, del despacho Ferrer&Cogollos, considera que, efectivamente, los hechos objetivos hablan de un homicidio agravado pero que, sin conocer cuánto ha podido afectar a su acción su estado mental y la patología cerebral que tiene diagnosticada, es prematuro hablar de asesinato, ya que es imposible saber si Yücel era consciente o no de si atacar por la espalda a su tío le suponía una ventaja en el ataque.

La Fiscalía también es consciente de que la clave será si el acusado es o no responsable penalmente, esto es, si sus facultades mentales estaban intactas y diseñó con frialdad el crimen o si, como aparenta, atacó a Javier Gómez en un arrebato nacido de una explosión de ira ante el miedo irracional de que la vida de la persona que parece ser su única y principal preocupación, su madre, estuviese en peligro.

Por ello, en esa vista se han solicitado, entre otras diligencias, informes psiquiátricos de imputabilidad, pero también psicológicos para determinar cómo estaba ese día y si era responsable o no de sus actos en términos punibles.

Encerrado en casa y sin trabajo

Hay varios rasgos en su personalidad que perfilan ese tipo de homicida. Yücel llevaba encerrado en casa, viviendo con su madre, desde los 18 años, sin apenas salir a la calle. Desde que entró en la mayoría de edad, ha trabajado como ayudante de cocina en un buen número de bares y restaurantes, pero perdía todos los empleos.

Fue precisamente un ex jefe suyo quien, el día que lo despidió, le sugirió que buscase ayuda psiquiátrica profesional. Y lo hizo. Asegura que le diagnosticaron trastorno por déficit de atención (TDA) y que le dieron «unas pastillas», pero que no se las tomó porque leyó el prospecto y vio «que llevaban anfetaminas, y yo drogas no quiero tomar».

Después, tras sufrir intensos dolores de cabeza durante un largo periodo de tiempo, llegó el diagnóstico físico gracias a un TAC: síndrome de la silla turca vacía. Se trata de una anomalía en esa área del cerebro que provoca el engrosamiento del hueso y la consiguiente presión sobre la hipófisis. 

No tenía un solo amigo

Justo antes del crimen estaba pendiente de ser intervenido para descartar la existencia de tumores hipofisarios. Lo que sí sufre, precisamente por esa presión sobre la citada glándula, son trastornos de tipo sexual, que han agravado su falta de capacidad para establecer relaciones personales, tanto sociales como sexuales, con normalidad. De hecho, no tiene un solo amigo.

Un círculo vicioso que le hacía recluirse en casa y tener como único referente a su madre. Así, y desde hace prácticamente una década, pasaba las horas en su cuarto, navegando por internet, bien con el móvil, bien con su ordenador. Solo ha pisado la calle para acudir a esos trabajos que ha ido perdiendo uno tras otro, y poco más.  

La herencia: dos pisos sin más

En estas últimas semanas, con el reparto de la herencia de su abuela materna, fallecida hace un año, casi solo escuchaba los comentarios de su madre por sus desavenencias con su hermano, Javier, el tío de Yücel. El grupo de Homicidios de la Policía Nacional, en su atestado, considera que lo que escuchaba fue anidando en su cabeza y generando un profundo odio hasta decidir matar a su tío, foco, creía, de todos los sufrimientos de su madre. En su declaración, incluso contó un episodio en el que su tío Javier habría desalojado a Yücel y a su madre de un piso propiedad de la abuela.

Este piso es, precisamente, uno de los dos que se habían repartido los hermanos, únicos herederos de la madre de ambos. Ese, ubicado en València, le iba a ser asignado a Javier, que el día que fue asesinado por Yücel iba a firmar su parte, y el otro, sito en un municipio de la Ribera, a la madre de Yücel, quien había rubricado el acuerdo un día antes. Al saber cuándo tenía la cita su tío, el joven volvió al despacho jurídico del 17 de la calle Albacete y lo esperó agazapado entre los coches. Cuando llegó, lo atacó y acabó con su vida.

Ayer, durante la comparecencia en el juzgado, se mostró tranquilo. Al finalizar, sus abogados le sugirieron a Yücel, en prisión desde el pasado viernes, que aprovechase el tiempo en prisión para intentar hacer algún amigo. «Sí, ya lo hago. Siempre me siento al lado de ellos», fue su inesperadamente infantil respuesta.

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