Ante el avance imparable del cambio climático, la adaptación de las ciudades se ha convertido en una urgencia ineludible. Inundaciones, olas de calor extremas o episodios de sequía afectan ya a municipios de todos los tamaños.
En esta entrevista, Juan Medina, experto en adaptación climática y desarrollo urbano con más de 20 años de experiencia como concejal en el Ayuntamiento de Quart de Poblet, analiza las prioridades que deben marcar la agenda urbana en materia de adaptación climática, la importancia de involucrar a la ciudadanía y cómo incluso los municipios con menos recursos pueden afrontar este reto con el apoyo de herramientas y programas europeos.
¿Cuáles son las prioridades en materia de adaptación climática para las ciudades, teniendo en cuenta que los efectos del cambio climático son cada vez más notables?
Bueno, antes de iniciar el propio plan, lo que se exige es conocer las vulnerabilidades y peligros de la propia ciudad. Por lo tanto, hace falta hacer un estudio en profundidad, con datos no solo del pasado —como la inundabilidad del PATRICOVA—, sino también con datos del futuro, que ya ofrece el IPCC y herramientas estatales de adaptación climática. Entonces, sobre todo eso, hay que hacer un análisis, involucrar a la administración y promover procesos participativos donde la ciudadanía pueda detectar cuáles son los peligros y en qué sectores incidirán estas vulnerabilidades. Sobre eso, ya se pueden buscar acciones y posibilidades de adaptación climática.
Muchos esfuerzos van a centrarse en la naturalización de la ciudad, con una infraestructura verde importante, el drenaje sostenible del agua pluvial y, en caso de inundaciones, buscar soluciones viables y ver quién tiene las competencias. También está la parte de calor, salud y otros ámbitos. Un plan de adaptación climática es amplio y complejo, pero es prioritario desarrollarlo.
¿Llegamos tarde ya para el desarrollo de este plan?
Sí. Durante muchos años se ha priorizado la mitigación: reducir las emisiones, contrarrestar los efectos del cambio climático pensando que eso iba a frenar su avance. Pero la realidad es que el cambio climático ya está aquí. La emergencia ahora es adaptar las ciudades, ganar en seguridad y preservar vidas, así como prevenir daños materiales, patrimoniales y culturales. Europa ya lo ha asumido como una prioridad, al igual que a nivel mundial.
Me has comentado la importancia de involucrar a la ciudadanía, ¿cómo se consigue?
Existen dinámicas, procesos y herramientas. Por ejemplo, la Misión de Adaptación al Cambio Climático de la Comisión Europea ha desarrollado un manual para activar e involucrar a la ciudadanía en los procesos de adaptación, facilitando la toma de decisiones y creando conciencia. Al final, las decisiones de las personas que habitan los territorios son clave para salvar vidas y reducir los impactos de eventos extremos.
Ese manual incluye múltiples herramientas adaptables a cada caso. También, desde la Agenda Urbana 2030 del Ministerio, se han planteado estrategias urbanas con enfoque climático, que además promueven el desarrollo económico sostenible, la cohesión social y la calidad de vida. Para los municipios, estas herramientas están disponibles de forma gratuita o a través de programas europeos. Si no, también hay profesionales y consultores especializados en el tema.
Porque imagino que un municipio pequeño no cuenta con los mismos recursos que una ciudad grande para poder adaptarse…
Exacto. Hace falta un trabajo técnico importante. Muchas veces se requiere formación para los técnicos municipales o bien apoyo externo. Desde la misión de adaptación climática de Europa se han abierto convocatorias para que incluso los municipios más pequeños puedan participar, sin restricción de número de habitantes.
Lo que se ofrece es asistencia técnica gratuita por parte de la Comisión Europea: asesoramiento experto, desarrollo de capacidades internas, análisis de peligros y vulnerabilidades, diseño de acciones y apoyo en la participación ciudadana. No se trata solo de entregar un plan hecho, sino de construir ese conocimiento junto con el municipio.
También se ha hablado mucho del concepto de ciudad verde que, en ocasiones, se centra tan solo en crear infraestructuras verdes, pero ¿qué otros aspectos incluye?
Una ciudad verde puede ser parte de un plan de adaptación, pero no es lo único. También existen las llamadas soluciones azules, como la gestión del agua pluvial o su reutilización para afrontar la sequía. Promover la biodiversidad urbana también es esencial, porque mejora la calidad ambiental y la salud de la ciudadanía, incluso la salud mental, al crear espacios de encuentro y esparcimiento.
Además, pueden desarrollarse planes de refugios climáticos, no solo frente al calor extremo, sino también ante inundaciones. Es importante saber qué zonas se inundan, cómo protegerse, qué caminos seguir. Todo esto forma parte de una ciudad adaptada y resiliente al cambio climático.
Teniendo en cuenta tu experiencia en gestión municipal, ¿hay algunas actuaciones que ya se hayan desarrollado y que se podrían replicar en otras ciudades?
Sí. Recuerdo un PAI (Plan de Actuación Integrada) de unos 350.000 m² en Quart de Poblet que inicialmente era una promoción privada, pero se logró incorporar criterios de adaptación. Se creó una infraestructura verde lineal con jardines de lluvia que captan y filtran el agua, canalizándola mediante sistemas separados sin sobrecargar el alcantarillado.
Las zonas de aparcamiento se construyeron con suelos permeables, generando incluso un lago efímero en momentos de lluvia intensa. Todo esto conectado con el cauce del Turia. Así, se aumenta la seguridad, se crean espacios de esparcimiento, se mejora la salud pública y se gestiona mejor el agua de lluvia.
Aunque la gente ve solo un parque bonito, en realidad hay un ecosistema funcional que protege frente al cambio climático. Por ejemplo, durante la DANA del pasado mes de octubre, el sistema filtró el agua sin que esta sobrepasara las aceras.
En este punto, quiero destacar la importancia de los ecosistemas naturales dentro del entorno urbano. Por ejemplo, en la zona del Turia, que ya estaba naturalizada, la DANA causó daños, pero también cumplió su función: laminar la avenida y proteger otras zonas. Aunque se haya perdido valor natural, es fundamental preservar y restaurar estos espacios para que sigan cumpliendo su papel como barreras naturales.