Fue prácticamente el único desencuentro entre los socios de Gobierno, porque enseguida la diputada se centró en Abascal («No hace falta vestir de Armani, hay más dignidad en una camiseta de quienes estamos aquí que en todos los trajes de quienes votan contra las leyes que mejoran la vida de los españoles», dijo en referencia a la petición de «decoro» en la vestimenta desplegada horas antes por el líder de Vox) y en «el papelón» del PP y del propio Tamames, a quien recomendó «elegir bien a sus compañeros de viaje».
«Un vodevil»
Un viejo conocido de la coalición, Íñigo Errejón, avivó ese fuego calificando la moción de censura como «un vodevil» y reprochando a Abascal que ni siquiera asistiera al inicio de la sesión de tarde: «Hasta a él se le ha hecho larga esta ridiculez». Quien sí cargó las tintas contra Sánchez fue Inés Arrimadas: «Es el presidente del peor Gobierno de la historia de España y merece cualquier tipo de censura, pero siempre que sea útil».
Aitor Esteban fue el portavoz más critico contra Tamames y una moción que considera «ilegítima porque no busca una mayoría alternativa, sino portadas». El diputado del PNV definió al candidato como «un veleta partidista» con un talante «nulamente democrático»: «Usted cree que es la vedette, pero no es más que la corista que además no sabe bailar al compás. Pasado mañana nadie se acordará de usted, Vox tampoco». Mertxe Aizpurua, de Bildu, apuntó a la abstención del PP, que vincula con «la tradición política del régimen» de la que, en su opinión, provienen todos los partidos de derecha en España: «Un día se acostaron franquistas y al siguiente se despertaron demócratas». En un guiño electoral final, la portavoz de Bildu tendió la mano para revalidar el acuerdo de investidura. Pero para entonces Sánchez ya no estaba allí.